Fiat lux

Resumen de mi actividad profesional 2012

Año Nuevo

Toca a su fin este año también y es natural que cada uno de nosotros haga su balance anual de los logros y objetivos alcanzados. Pues, yo tampoco quisiera constituir una excepción, en particular porque fue un periodo memorable y sumamente provechoso para mí en lo que atañe al plano profesional.  Además de investigar muy gustosamente en mi escritorio número 2121 de la segunda planta  de la nutrida Biblioteca de las Humanidades  de la Universidad de Navarra (que a propósito ya empiezo a echar de menos) o consultar los fondos de la BNE de Madrid u otras bibliotecas españolas a fin de poder llevar a cabo la tesis doctoral, hice serie de actividades algunas de las cuales  voy  a destacar a continuación:

  • marzo-julio, hice 3 meses de estancia investigadora en París (Université de Paris Ouest Nanterre La Défense). Gracias a la estancia pude seguir indagando no sólo en las bibliotecas universitarias de la capital francesa, consultar los fondos de la BnF, resolver una serie de dudas surgidas en el proceso de mi investigación, sino también tener la oportunidad de asistir como oyente a varios eventos, mencionaré por ejemplo el Coloquio Internacional  «Baroque? Non, bizarre!» organizado en 12-13 de abril en Nanterre por  (UPO Nanterre, CSLF EA 1586); la tertulia: «Alain Serres. Auteur et éditeur», organizada por la BnF el 24 de mayo; el Seminario Polisémico: «L’histoire à la Renaissance: à la croisée des genres et des pratiques»,  organizado el 5 de junio en École Normale Supérieure; el encuentro con Jean-Yves Mollier et Bruno Dubot, acerca de «Histoire de la Librerie Larousse (1852-2010)» organizado por la  BnF el 16 de junio, etc., etc.
  • 11 al 15 de junio, presenté la comunicación «Reflexiones sobre la inmortal obra de Cervantes a partir de las aportaciones de la crítica armenia» en el VIII Congreso Internacional Asociación de Cervantistas celebrado en Oviedo.
  • 30 y 31 de julio, asistí como oyente a las «I Jornadas de Teatro Clásico» celebradas en Olite (Navarra), coorganizado por GRISO-Universidad de Navarra, el Gobierno de Navarra y el Instituto Almagro de Teatro Clásico. Dicho sea de paso que asistir a las Jornadas en un sitio tan precioso como es Olite fue un enorme placer.
  • 31 de julio y 1 de agosto, asistí como oyente al Congreso Internacional «Teatro y poder en el Siglo de Oro (XIV Curso Superior de Literatura Malón de Echaide)» organizado por el GRISO de la Universidad de Navarra en Pamplona.
  • 2 de agosto, presenté la  ponencia «Acerca del enigma de Avellaneda»   en el II Congreso Internacional Jóvenes Investigadores Siglo de Oro (JISO 2012), organizado por GRISO-Universidad de Navarra en Pamplona.
  • 20 de octubre, defendí la Tesis Doctoral: «Estudio y edición crítica de dos obras de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo: “El necio bien afortunado” y “El sagaz Estacio, marido examinado”».

Tesis_Manukyan

En resumidas cuentas, el mayor logro del 2012 para mí fue el buen fin de la tesis doctoral. Es verdad que he procurado estudiar con mucha asiduidad y perseverancia, he metido infinidad de horas, en general he aspirado a ser sumamente responsable y meticulosa para poder llevar a buen puerto la tesis y cumplir dignamente con mi tarea investigadora, pero quiero subrayar que todo aquello fue posible gracias a la Beca (2008-2012) que me había concedido la Asociación de Amigos (ADA) de la Universidad de Navarra, gracias al magisterio y dedicación de mi estimado director de la tesis Dr. Carlos Mata Induráin, también gracias al apoyo (continuos cursos de formación, congresos, herramientas, consultas, etc.) de todo el equipo GRISO cuyo director es el Profesor Ignacio Arellano. No menos importante fue el apoyo moral de mis queridos amigos, compañeros de doctorado y  adorables padres. A todas estas entidades y personas mi más sincero agradecimiento.

Quiero extender mis agradecimientos también a quienes fueron miembros del tribunal examinador de mi tesis doctoral: Presidente: Dr. Ignacio Arellano Ayuso (GRISO – Universidad de Navarra); Vocales: Dr. Alain Bègue (Université de Poitiers), Dr. Abraham Madroñal Durán (CSIC), Dra. Emma Herrán Alonso (CESCM- Université de Poitiers); Secretaria: Dra. Celsa Carmen García Valdés (GRISO-Universidad de Navarra).

 el día de la defensa

Por último, no puedo terminar esta entrada sin enviar mis mejores deseos de Paz, Prosperidad y Alegría. ¡Muy Feliz y Brillante Año Nuevo a Todos!

Feliz Navidad y Brillante Año Nuevo

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Breve ensayo sobre el «Origen del hombre: ciencia, filosofía y religión» de Mariano Artigas y Daniel Turbón

¿Quiénes somos? ¿Cuál es nuestro origen? ¿Acaso somos seres netamente materiales cuya existencia acaba con la muerte biológica? o ¿somos creación de un plan divino? Interrogantes con fuerte componente filosófico y que a lo largo de los siglos casi nunca han dejado de inquietar a los pensadores y científicos, los cuales los han estudiado por separado con connotaciones o biológicas, o religiosas, o filosóficas, siempre dando primacía sólo a un aspecto.

Los teólogos, basándose en la Biblia, con razón, han puesto el énfasis en que el hombre es la obra de Dios, de cuerpo material y de alma espiritual. Las teorías evolucionistas se han enfocado más en la explicación biológica del origen del hombre y han intentado buscar eslabones entre el hombre y otros primates. Las teorías científicas han generado interminables debates debido a muchas incertidumbres. Después ha surgido la teoría de las causas actuales que sostiene que la historia geológica de la tierra se ha desarrollado lentamente pero de manera uniforme y no rechaza la existencia de catástrofes pero siempre que no se trate de catástrofes de amplitud planetario. Luego esa teoría se ha sustituido por las teorías catastrofistas (Cuvier). Se ha implicado que la evolución geológica de la tierra se puede derivar de una evolución biológica de los seres vivos. Otros investigadores han procurado constatar la evolución biológica a partir de los estudios de fósiles. En el siglo XX  el abanico de las teorías filio-biológicas se ha ampliado más y el número de pruebas de la uniformidad en el ciclo reproductivo, las de carácter paleontológico y embriológico, etc. también.

En ese laberinto de las teorías lo único que queda claro que la búsqueda del origen humano y del comienzo del universo no es un asunto nada fácil y no puede ser exclusivo de una disciplina académica, que la ciencia sola no es capaz de dar respuesta a un problema tan metafísico, y para obtener un resultado fidedigno y no contradictorio es menester abordarlo desde diversos enfoques interdisciplinares: científico, filosófico y religioso. Es decir,  que estas tres formas del saber humano (ciencia, filosofía y religión) dialogaran abiertamente. A mi entender, es ese el mensaje nuclear de Mariano Artigas y Daniel Turbón, autores de «Origen del hombre: ciencia, filosofía y religión» (EUNSA, Pamplona, 2007). De hecho en múltiples ocasiones los eruditos realzan la idea:

Comp.: «La armonía entre ciencia, filosofía y religión es el camino para conseguir una auténtica sabiduría capaz de dar sentido a los problemas humanos» (p.145); «Las teorías científicas de la evolución no resuelven los interrogantes filosóficos y religiosos» (p.75); la perspectiva científica «es sólo una perspectiva, que no sólo no se debería oponer a las perspectivas metafísica y teológica, sino que más bien las exige, al menos se desea obtener una idea completa de los problemas» (p.78).

Otro elemento clave en que los autores hacen especial hincapié es que «Dios no compite con la naturaleza y los planteamientos que contraponen a Dios y a la naturaleza se basan en equívoco» (p.80). Insisten en que no se debería formular el problema como una competencia entre Dios y la evolución para la explicación de la finalidad natural. La acción divina debe servir de fundamento a todo lo que existe. «Dios es diferente de la naturaleza y la transciende completamente, pero a la vez, como Causa Primera, es inmanente a la naturaleza, está presente dondequiera que existe y actúa la criatura, haciendo posible su existencia y su actuación. Además, para la realización de sus planes Dios cuenta con las causas segundas, de tal modo que la evolución resulta muy coherente con esa acción concertada de Dios con las criaturas» (p.82).

Es decir, se plantea la cuestión de la compatibilidad de la teoría de evolución y la existencia del Dios que crea siguiendo un plan racional. Aquí cabe señalar que se trata de la teoría de la evolución desde la perspectiva netamente científica. Es compatible con la visión metafísica de creación pero siempre que no se confundan la evolución biológica con las ideologías que se basan en ella para defender un materialismo o naturalismo ontológico.

Conclusión: las tesis planteadas en el libro suscitan mucho interés e invitan a reflexionar con más seriedad acerca del objeto de estudio, asimismo permiten acercarse a la problemática desde un nuevo enfoque. Nuevo en lo que atañe al planteamiento de cómo la ciencia, filosofía y religión pueden tener un punto de convergencia sobre la cuestión del origen del hombre.

Respecto a los aspectos formales del libro, es de señalar que abarca rico y actualizado material. Los autores estudian el asunto metódicamente, primero van sentando las bases de las teorías biológicas, después pasan al ámbito filosófico y religioso, con el fin enlazarlos y sacar derivaciones lógicas. Y todo aquello con un lenguaje claro y coherente para que el lector, sin ser especialista, llegue a entender las complejas y específicas cuestiones que abordan: el valor de la teoría de la evolución, los descubiertos de la genética, la actitud de la filosofía y religión en ese contexto, los avances de la ciencia acerca de los prehumanos, el proceso de encefalización, el nacimiento del lenguaje, el origen de la humanidad, la relación entre evolución y acción divina o evolución y finalidad, el diseño inteligente, etc.

 

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¿Qué es la historia cultural?

Definir el concepto de la historia cultural no es una tarea fácil. De hecho, los propios especialistas reconocen que esa cuestión todavía aguarda su respuesta definitiva. Sin embargo, en el marco del presente trabajo quisiera aproximarnos a la noción de esa fascinante corriente historiográfica y procurar definirla, fundamentalmente a partir de los criterios de Peter Burke, uno de los eminentes representantes de esa disciplina.

Es precisamente desde los años 70 del siglo XX cuando la historia cultural reconoce un gran auge en particular entre los especialistas ingleses y franceses. Sin embargo, sus raíces se remontan a unos doscientos años más atrás y, en opinión de Burke, combinan los acercamientos de la antropología y la historia para estudiar las tradiciones de la cultura popular o, en general, las interpretaciones culturales e históricas.

Se trata de una disciplina que está en una continua transformación y puede adaptarse prácticamente a todas las nuevas circunstancias. Generalmente, se centra en hechos históricos que suceden entre los diversos grupos de la sociedad. También puede ocuparse de las tradiciones populares como la trasmisión oral de cuentos, canciones, poemas épicos y otras formas de tradición oral. Estudia los conceptos básicos de ambiente histórico como son, por ejemplo, la clase, la ideología, la cultura o la percepción.

Asimismo, se vincula con las representaciones, los aspectos simbólicos y la vida cotidiana y rescata a los marginados de la historia. Otorga la posibilidad a los historiadores de estudiar las relaciones humanas a través de muchos elementos culturales como son el arte, ideas, técnica, etc., y en general, cualquier expresión cultural de actividad histórica.

También se centra en la interacción de la cultura, lo cual incluye la difusión hacia abajo de las ideas de las élites y su penetración en la cultura popular rompiendo todas las barreras económicas, de diferenciación del lenguaje; y por otra parte, la interacción hacia arriba de la herencia cultural popular con la que se inspiran los artistas y los escritores[1].

No obstante, dado el carácter resbaladizo de muchas cuestiones, el camino de esa corriente no es tan prolijo como puede parecer a primera vista. Junto con avances notables en los recientes tiempos, todavía tiene muchos retos a afrontar. Por ejemplo, la problemática de la metodología es candente. Algunos historiadores optan por los métodos cuantitativos, otros por descriptivos, etc. Casi todos los métodos empleados en este campo en resumidas cuentas pueden suscitar problemas, por ejemplo el método descriptivo en cuanto al tránsito de palabras a los temas, la misma palabra tiene distintos significados en diferentes contextos y los temas pueden modificarse en función de las respectivas asociaciones. El método cuantitativo tampoco en ocasiones es esclarecedor.

Otro de los graves problemas es que el historiador cultural sea muy prudente a la hora de examinar los documentos; las lecturas subjetivas de un mismo texto pueden acarear interpretaciones y cambios de actitud distintos.

Por otra parte, los historiadores culturales deben enfrentarse a las constante acusaciones de “sobreestimar la homogeneidad cultural e ignorar los conflictos culturales”. Las paradojas de la tradición a su vez pueden generar dificultades para la historia cultural.

A pesar de todas las dificultades, la historia cultural debe seguir su camino de desarrollo estableciendo equilibrios entre los nuevos enfoques del pensamiento y la escritura históricos y seguir echando puentes entre las áreas del conocimiento para mejorar las interpretaciones históricas, desempeñar un gran papel en tales aspectos como son el surgimiento del feminismo, el discurso cotidiano, etc., y en general en cualquier área donde la idea de cultura es relevante, así como desarrollar métodos nuevos para la investigación histórica.

Su papel es hacer traducciones culturales y explicar los fenómenos culturales a través aspectos sociales, ideológicos, conductuales, económicos, políticos y simbólicos. Dichos aspectos también precisan de la cultura para ser comprendidos. Y por último, debe abrir caminos hacia los diversos tejidos sociales: simbología, estratificación, control. etc.


[1] Un buen ejemplo quizá sea  el caso de Rablais que toma los elementos del humor popular y los emplea en su obra cumbre Gargantúa y Pantagruel  rompiendo fronteras rígidas entre ambas culturas  y abriendo paso a las  influencias mutuas.

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El canon de belleza de la mujer hispánica en textos áureos

En una entrada anterior he procurado esbozar el papel de la mujer ideal en el Antiguo Régimen. Ahora interesa observar los patrones de la hermosura femenil en lo que atañe a lo físico y externo. Por ello, nuevamente propongo recurrir a la ayuda de la literatura del tiempo, en primer término a la inmortal obra de Cervantes El Ingenioso hidalgo de don Quijote de la Mancha, en particular al fragmento en que se pinta la hermosura de la imaginada Dulcinea con los siguientes términos:

«Su nombre es Dulcinea [] su hermosura sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas; que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve; y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que sola la discreta consideración puede encarecerlas y no compararlas»[1].

Comparemos también este episodio extraído de la misma obra que se refiere ya a la belleza de Dorotea.

«El mozo se quitó la montera, y, sacudiendo la cabeza a una y a otra parte, se comenzaron a descoger y desparcir unos cabellos, que pudieran los del sol tenerles envidia. Con esto conocieron que el que parecía labrador era mujer, y delicada, y aun la más hermosa que hasta entonces los ojos de los dos habían visto […]. Los luengos y rubios cabellos no sólo le cubrieron las espaldas, mas toda en torno la escondieron debajo de ellos; que si no eran los pies, ninguna otra cosa de su cuerpo se parecía tales y tantos eran. En esto, les sirvió de peine unas manos, que si los pies en el agua habían parecido pedazos de cristal, las manos en los cabellos semejaban pedazos de apretada nieve; todo lo cual, en más admiración y en más deseo de saber quién era»[2].

Es igualmente ilustrativa la presente pincelada de Quevedo:

«Venía una mujer hermosa, trayéndose de paso los ojos que la miraban y dejando los corazones llenos de deseos. Iba ella con artificioso descuido escondiendo el rostro a los que ya le habían visto y descubriéndole a los que estaban divertidos […]. El rostro era nieve y grana y rosas que se conservaban en amistad esparcidas por labios, cuellos y mejillas, los dientes transparentes; y las manos, que de rato en rato nevaban el manto, abrasaban los corazones. El talle y paso ocasionando pensamientos lascivos; tan rica y galana como cargada de joyas recibidas y no compradas [… ]. ¡Qué ojos tan hermosos honestamente! ¡Qué mirar tan cauteloso y prevenido en los descuidos de un alma libre! ¡Qué cejas tan negras, esforzando recíprocamente la blancura de la frente! ¡Qué mejillas, donde la sangre mezclada con la leche engendra lo rosado que admira! ¡Qué labios encarnados, guardando perlas que la risa muestra con recato! ¡Qué cuello! ¡Qué manos! ¡Qué talle! Todos son causa de perdición»[3].

No menos característico resulta ser este precioso fragmento de La dama del Olivar de Tirso de Molina[4] que hace referencia a la hermosura de Laurencia:

No hay en Aragón mujer                                   en hilera y procesión,

que mijor os pueda estar,                                  piñones mondados son

y si os la vengo a pintar                                     y a lo menos dientes de ajos.

yo sé que la heis de querer                               ¿Qué diré de los hocicos?

Sus años verdes y en flor,                                 Son que amapolas parecen

y su hermosura, en la aldea                            cuando entre los trigos crecen.

no hay borrico que la vea                                 […]

que no rebuzne de amor.                                   Las manos, que nunca adoba,

Es de una imagen su cara.                                más blancas fueran que el pecho,

«¿Con qué la lava?», dirás.                                a no haberlas callos hecho

Con lleve el diablo lo más                                   ya el cedazo, ya la escoba.

que un caldero de agua clara.                          La cintura puede entrar

Los cabellos, no dirán,                                                                      (Señala los dedos)

son que al sol causan vergüenza,                    aquí, y si amor navegara,

y cuando en cola los trenza                               mejor su estrecho pasara,

en las rodillas la dan.                                         ¡pardiez!, que el de Gibraltar.

La frente, bruñida y lisa;                                   […]

las cejas son de amor arcos;                           Pues las piernas, si en el río

los ojos si no son zarcos,                                  lava, porque el cristal borre,

provocan a amor y a risa.                               corrido de verlas corre

[… ]                                                                  más aprisa y con más brío.

¿Pues qué la boca? Aunque pasa                 los pies calzan once puntos

de raya, limpia y risueña                                cuando la aprieta el botín;

que no es bien que sea pequeña                   mas sea ella honrada, en fin

la portada de la casa.                                     que no miréis en puntos.

Los dientes altos y bajos

Como se puede observar fácilmente en todos los ejemplos extraídos las claves de la posible perfección femenina se repiten; son tópicos por excelencia y grosso modo se reducen a unas características que recoge lacónicamente un manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid ejemplificado por Margarita Torremocha Hernández:

«La mujer para ser hermosa ha de tener estas propiedades:

Ha de ser larga en tres, estos es: en talle, manos y pelo.

Ha de ser ancha en tres, esto es: en frente, en hombros y en muñecas.

Ha de ser blanca en tres, esto es: en garganta, en manos y en dientes.

Ha de ser negra en tres, esto es: en ojos, en cejas y en párpados.

Ha de ser rubia en tres, esto es: en pelo, en labios y mejillas.

Ha de ser pequeña en tres, esto es: en nariz, en boca y pies»[5].

Está claro que de ningún modo pretendo hacer generalizaciones irrefutables y afirmar que en la época fueron las únicas propiedades anheladas dada mi convicción de que la naturaleza humana por sí es muy variada, los cánones de la belleza cambian bastante rápido, además se trata de período donde todo es ambiguo, complejo e inagotable, y triunfa mucho la variedad en la acepción más amplia del término. No obstante, una cosa es patente: se prestaba mucha atención al enlucimiento y blancura de la piel, se recurría frecuentemente a la ayuda de la belleza artificial: chapines, joyas, pelucas, tintes y afeites [cosméticos] que tanto desagrada a los escritores satíricos. En especial, a Quevedo que nunca pierde la ocasión para hacer alarde de su misoginia en sus pinturas satírico-burlescas. Comparemos este pasaje de su «El mundo por de dentro»:

«Dígote que nuestros sentidos están en ayunas de lo que es mujer y ahítos de lo que le parece. Si la besas te embarras los labios; si la abrazas, aprietas tablillas y abollas cartones [cartones que armaban el corsé]; si la acuestas contigo, la mitad dejas debajo la cama en los chapines»[6].

Comparemos también otro episodio extraído de la misma obra:

Pues sábete que las mujeres lo primero que se visten en despertándose es una cara, una garganta y unas manos, y luego las sayas. Todo cuanto ves en ella es tienda y no natural. ¿Ves el cabello? Pues comprado es y no criado. Las cejas tienen más de ahumadas que de negras, y si como se hacen cejas se hicieran las narices, no las tuvieran. Los dientes que ves, y la boca, era de puro negra un tintero y a puros polvos [cosméticos] se ha hecho salvadera. La cera de los oídos se ha pasado a los labios y cada uno es candelilla. ¿Las manos, pues? Lo que parece blanco es untado. ¡Qué cosa es ver una mujer que ha de salir otro día a que la vean, echarse la noche antes en adobo y verlas acostar las caras hechas cofines de pasas [porque las pasas regeneran la piel del rostro][7].

Salas Barbadillo también, en reiteradas ocasiones, apunta a la misma dirección:

Siete años cumplió Fabia; al rostro bello

Celia, su madre, aplica sucio afeite

y torpes artificios al cabello

para que ocupe con el vil deleite

a los ociosos ojos del mancebo,

que sólo con miralla se deleite[8].


[1] Parte I, cap. XIII.

[2] Parte I, cap. XXVIII.

[3] «El mundo por de dentro», en Los sueños, cito por la ed. I. Arellano, Madrid, Cátedra, 1991, p. 301.

[4] Cito por la ed. de B. de los Ríos, 1946, t. I, pp. 1175-1176.

[5] Torremocha Hernández, La mujer imaginada. Visión literaria de la mujer castellana del Barroco, Badajoz, @becedario, 2010, p. 42.

[6]  En Los sueños,  ed. I. Arellano, 1991, p. 305.

[7] pp. 302-303.

[8] «La Madre», novelita en verso intercalada en La ingeniosa Elena de Salas  Barbadillo·[1614], cito por la ed. J. Costa Ferrandis, 1983, p. 71.

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La mujer ideal en el Antiguo Régimen

El perfil de la mujer ideal que nos traza Juan Luis Vives en su «La formación de la mujer cristiana» es el de una recatada, sacrificada, defensora del propio honor y del familiar, educadora de los hijos, condenada al anonimato, sumisión y subordinación. Casi una semejante imagen nos esboza también Fray Luis de León en su «La perfecta casada».

En ambos casos estamos ante prototipos de conductas propuestas por los autores a las doncellas, recién casadas, esposas reales y viudas. Las competencias que se les exigen son muy variadas y esbozan el perfil de lo que debían ser los quehaceres y las tareas cotidianas de ellas.

No obstante, a pesar de las semejanzas de los modelos se observa cierto rasgo diferenciador: la actitud negativa de Fray Luis frente a la enseñanza de la mujer, y la relativamente «afirmativa» de Vives.

¿A qué se debe la negación a que la mujer sea erudita? ¿Quizá al pecado original de Eva, la cual comió la manzana prohibida para llegar a una sabiduría superior? Comparemos lo que dice al respecto Luis de Vives:

«Puesto que la mujer es un ser débil, con un juicio inseguro y proclive a ser engañada (algo que puso de manifiesto Eva, madre de los hombres, a la que embaucó el diablo con un argumento frívolo), no conviene que ella enseñe, no sea que, después de aceptar una falsa opinión sobre un tema, la transmita a los oyentes con la autoridad propia del docente y arrastre también a los demás fácilmente a su propio error, porque los discípulos los aceptan de buen grado las enseñanzas del maestro»  (Vives, La formación de la mujer cristiana, libro primero, cap. IV).

Por una parte, Vives propugna que la mujer sepa leer, reconoce la importancia de la sabia, por otra parte, deja claro que la mujer intelectualmente, y en general en todos los aspectos, es inferior al hombre, y restringe considerablemente el papel de la letrada en la sociedad.

Considera que en ningún caso debe lucir su sabiduría, ni enseñar a otros niños que no sean sus propios, tampoco le permite entrar en todas las esferas de la erudición y censura rigurosamente la lista de lecturas recomendadas (por ejemplo niega a que lean novelas amorosas o libros caballerescos).

En cualquier caso, hay que reconocer que las obras que propone leer ofrecen un horizonte cultural bastante superior. Además en esa época plantear la cuestión de la erudición de la mujer por sí mismo ya supone un paso audaz y un cambio gradual.

Otro de los aspectos relevantes es la noción de castidad que sobresale por encima de las demás virtudes según las alabanzas de los insignes tratadistas. De hecho, mucho espacio dedican a este concepto. La virginidad se considera el bien supremo y el máximo valor que dignifica a los representantes de este género. Aun más se considera como impulsor de vida, matriz central de una serie de valores que demuestran la catadura moral de ellas.

«Pero en una mujer nadie busca ni la elocuencia, ni el ingenio, ni la prudencia, ni las artes de la vida, ni saber administrar el Estado, ni la justicia, ni la benignidad; nadie, a la postre, busca otra cosa que no sea la virginidad» (Vives, La formación de la mujer cristiana, libro primero, cap. VI).

Su pérdida acarrearía el mayor ultraje, desprecio común y la caída en pecado, mancharía para siempre su honra, con ello el honor de su estirpe y vilipendiaría toda su fama y decoro. Por tanto, para no llegar a tales extremos, debe ser custodiada permanentemente, más quedarse en casa y mantenerse lejos de los demás.

Otro aspecto fundamental de su comportamiento que se propone es el silencio; responder cuando sean requeridas para ello y, por último, tener mesura en sus conversaciones.

«Es justo que se precien de callar todas, así aquellas a quien les conviene encubrir su poco saber, como aquellas que pueden sin vergüenza descubrir lo que saben; porque en todas es, no sólo condición agradable, sino virtud debida el silencio y el hablar poco. […]. Porque, así como la naturaleza, como dijimos y diremos, hizo a las mujeres, para que, encerradas guardasen la casa, así las obligo a que cerrasen la boca. […] Porque el hablar nace del entender, y las palabras no son sino como imágenes o señales de lo que el ánimo concibe en sí mismo» (León, La perfecta casada, capítulo XVI).

«No es adecuado que una mujer esté al frente de una escuela, ni que trabaje entre hombres o hable con ellos, ni que vaya debilitando en público su modestia y su pudor […], pero si se encuentra en alguna reunión, con los ojos bajos guardará recatadamente silencio, de manera que la vean algunos pero sin que nadie la oiga»  (Vives, La formación de la mujer cristiana, libro primero, cap. IV).

Queda la impresión de que las pláticas femeninas no tienen consistencia, sus conversaciones son confusas y sus opiniones obstruyen el uso de la razón. Y todo eso de vuelta, debido a la arraigada opinión de que la mujer es tendente al pecado como quedó patente en la acción de Eva en los primeros tiempos. Por lo tanto debe ser instruida y vigilada constantemente para no caer en la tentación.

Y habrá que esperar todavía un poco más para que brotara paulatinamente la idea de la formulación de la igualdad. Uno de los primeros pasos hacia esta dirección, desde mi punto de vista, dará la amena novelista María de Zayas Sotomayor, también la erudita Anna María van Schurman; ambas aducirán razones para demostrar que las mujeres son tan capaces como los hombres.

Mientras tanto la función de la mayoría de las mujeres, a grandes rasgos, quedará reducida a las tareas del hogar, pendiente siempre del varón, privada de posibilidad de participar en el proceso creativo en todos los campos intelectuales: científico, filosófico, etc.

Y en tales circunstancias muchas procurarán buscar otras posibilidades de enfrentarse al modelo oficial, franquear las barreras a través de manifestaciones de independencia o de anhelo de alzarse con el mando y gobierno.

De hecho, los pleitos de la época también dejarán varios testimonios al respecto. Es sorprendente el mayor número de adulterios, relaciones fuera del matrimonio en una sociedad que hace de la castidad femenina uno de los factores principales del honor. En la literatura también abundan ejemplos de relaciones que según las normas oficiales del momento son ilícitas. Se puede decir que se trata de imaginación literaria pero esta imaginación frecuentemente bebe de la realidad histórica.

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La Princesse de Navarre

«La princesse de Navarre» est une comédie-ballet de Jean-Philippe Rameau sur le texte de Voltaire. La pièce comporte un prologue et trois actes. Le premier acte commence par la scène dans les jardins de dom Morillo, sur les confins de la Navarre. On apprend que la princesse de Navarre, a été prisonnière du roi de Castille, don Pedro, mais elle est parvenue à s’enfuir et se mettre en sécurité chez le baron Don Morillo, mais sous une autre identité. C’est à la cour du baron qu’elle rencontre le jeune Alamir et  lui prend en sympathie. Mais Alamir, lui même cache aussi sa vraie identité, en réalité il n’est autre que Gaston de Foix, l’ennemi de la famille de Constance. Cependant il tombe éperdument amoureux de la jeune et extrêmement belle fille.

Au cours de l’acte II, composé de dix scènes, on assiste a une fête où  «Alamir» apprend que des émissaires du roi réclament Constance.

Il n’hésite pas un instant à la défendre, Constance lui avoue sa vraie identité. Les français gagnent Don Pedro avec le soutien déterminant des armées d’ “Alamir”. De l’autre côté, Constance elle même sent comme elle aime beaucoup «Alamir», mais Sanchette la fille du baron Don Murillo l’aime aussi et la princesse le croit, en outre, sa condition de princesse ne lui permet pas d’ épouser “Alamir”, de rang plus “inférieur” qu’elle.

Déjà l’acte III, composé de six scènes, nous présente Gaston (“Alamir”) comme un héros vainqueur, il dévoile aussi sa véritable identité.  L’un des obstacles qui pourrait séparer les jeunes amoureux est disparu, il ne reste que résoudre le problème de la haine de ses familles, mais l’amour triomphe et ils s’ épousent.

Le spectacle termine par un divertissement, le théâtre représente les Pyrénées et l’Amour descend sur un char, son arc à la main.

Cette oeuvre a été représentée à Versailles, mardi le 23 février 1745 à l’occasion du mariage du Dauphin Louis (fils de Louis XV) avec l’infante Marie–Thérèse d’Espagne, par exprès commandement du Roi.

 

A cette égard on lit dans l’ «Avertissement» qui précède le prologue et le texte de Voltaire (Paris, Ballard fils, 1745):

«Le roi a voulu donner à madame la Dauphine une fête qui ne fût pas seulement un de ces spectacles pour les yeux, tels que toutes les nations peuvent les donner, & qui passant avec l’éclat qui les accompagne, ne laissent après eux aucune trace. Il a commander un spectacle qui pût à la fois servir d’amusement à la cour, & d’encouragement aux beaux arts, dont il sait que la culture contribue à la gloire de son royaume. M. le duc de Richelieu, premier gentilhomme de la chambre en exercice, a ordonné cette fête magnifique.

Il a fait élever un théâtre de cinquante-six pieds de profondeur dans le grand manège de Versailles, & a fait construire une salle, dont les décorations & les embellissements sont tellement ménagés, que tout ce qui sert au spectacle doit s’enlever en une nuit, & laisser la salle ornée pour un bal paré, qui doit former la fête du lendemain.

Le théâtre & les loges ont été construits avec la magnificence convenable, & avec le goût qu’on connaît depuis longtemps dans ceux qui ont dirigé ces préparatifs.

On a voulu réunir sur ce théâtre tous les talents qui pourraient contribuer aux agréments de la fête, & rassembler à la fois tous les charmes de la déclamation, de la danse & de la musique, afin que la personne auguste, à qui cette fête est consacrée, pût connaître tout d’un coup les talents qui doivent être dorénavant employer à lui plaire.

On a donc voulu celui qui a été chargé de composer la fête, fît un de ces ouvrages dramatiques, où les divertissements en musique forment une partie du sujet, où la plaisanterie se mêle à l’héroïque, & dans lesquels on voit un mélange de l’opéra, de la comédie, & de la tragédie.

On n’a pu ni dû donner à ces trios genres toute leur étendue; on s’est efforcé seulement de réunir les talents de tous les artistes qui se distinguent le plus, & l’unique mérite de l’auteur a été de chercher à faire valoir celui des autres.

Il a choisi le lieu de la scène sur les frontières de la Castille, & il en a fixé l’époque sous le roi de France Charles Cinq, prince juste, sage & heureux, contre lequel les anglais ne purent prévaloir, qui secourut la Castille, & qui lui donna un monarque.

Il est vrai que l’histoire n’a pu fournir de semblables allégories pour l’Espagne. Car il regnait alors en Castille un prince cruel & sans foi, & sa femme n’était point une heroïne, dont les enfants fussent des héros. Presque tout l’ouvrage est donc une fiction dans laquelle il a fallu s’asservir à introduire un peu de bouffonnerie, au milieu des plus grands intérêts, & des fêtes au milieu de la guerre.

Ce divertissement a été exécuté le 23 fevrier de cette année 1745, vers les six heures du soir. Le roi s’est placé au milieu de la salle, environné de la famille royale, des princes, & princesses de son sang, & des dames de la cour, qui formaient un spectacle beaucoup plus beau que tous ceux qu’on pouvait leur donner […].

On est sorti du spectacle à neuf heures & demie dans le même ordre qu’on était entré, & alors on a trouvé toute la façade du palais, & des écuries illuminée. La beauté de cette fête n’est qu’une faible image de la joie d’une nation qui voit réunir le sang de tant de princes auxquels elle doit son bonheur & sa gloire.

Sa Majesté, satisfaite de tous les soins qu’on a pris pour lui plaire, a ordonné que ce spectacle fût representé encore une seconde fois

Les acteurs de la comédie furent:

Constance – Princesse de Navarre, la demoiselle Gaussin

Le duc de Foix – le sieur Granval

Dom Morillo – seigneur de Campagne, le sieur Poisson

Sanchette – fille de Morillo, la demoiselle Dangeville

Leonor – L’une des femmes de la princesse, la demoiselle Granval

Hernand – Écuyer du duc, le sieur Armand

Un oficier des Gardes – Le sieur Legrand

Un alcalde – le sieur la Torilière

Un jardinier – le sieur Paulin

On apprend que la pièce a été aussi jouée à Bordeaux en noviembre de 1763.  Alors Voltaire a composé un nouveau prologue qui a été imprimé dans le t. I du «Mercure», janvier, 1764.

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Aproximación a la historia de la lengua española

El Siglo de Oro representa una etapa de transición en la historia de la lengua castellana. Rafael Lapesa en su Historia de la lengua española  el «español del Siglo de Oro»,  lo denomina español clásico, y el período inmediatamente anterior, que abarca el último cuarto del siglo XV y el primero del XVI (1474-1525) y, que coincide aproximadamente con el reinado de los Reyes Católicos lo llama el español preclásico. El gran filólogo representa las particularidades lingüísticas de cada período a través de un compendio de las características de la lengua utilizadas por los escritores cultos de la época respectiva, y como observa Menéndez Pidal en el prólogo del libro mencionado expone la evolución interna gramatical y léxica del idioma español tomando como hilo conductor la historia externa.

En el capítulo “Transición del español medieval al clásico” esboza la imagen y el estado de la lengua a través de la literatura y sociedad del siglo XV destacando síntomas de un nuevo cambio cultural. Hace referencia a los representantes del humanismo castellano del siglo XV, manifestando la idea de que ellos procuraron utilizar un modelo de lengua a fin de crear un lenguaje literario aparte de la lengua usual. Cabe señalar que en opinión del crítico, la antigüedad para esos autores se había convertido en un ideal superior hasta tal punto que intentaban trasplantar al romance usos sintácticos latinos sin dilucidar si encajaban o no dentro del sistema lingüístico del español. Creían que para la dignificación de la lengua romance o vulgar la mejor manera era acercarla a la lengua culta por excelencia, al latín. Por esa razón, en el nivel sintáctico frecuentemente empleaban el infinitivo dependiente de otro verboa la manera latina, o colocaban el verbo al final de la frase. El adjetivo más frecuentemente lo anteponían al sustantivo. También era muy común el uso de participio de presente en lugar de cláusulas de relativo, del gerundio o de otros giros, etc.

Sin embargo, según Lapesa, el latinismo alcanzaba más intensamente al nivel léxico. En los poemas se empleaban muchos cultismos léxicos tomados directamente del latín que se adaptaban a las características del castellano, así como eran habituales los cultismos semánticos: es decir tomaban palabras ya existentes en castellano pero les daban un sentido igual al que tenían en latín, diferente del que acababan teniendo en romance. Se aumentaba considerablemente el número de losneologismos, los cuales a su vez eran también cultismos y se creaban no sólo a partir del latín, sino también del griego, del francés (galicismos: paje, gala, etc.) y del italiano (piloto, belleza, soneto, novelar, etc.). En cuanto al uso de los arcaísmoscabe destacar las duplicidades (vengades-vengás o vengáis, etc.) que, como señala el estudioso, hasta poco antes no existían, y las derivadas del restablecimiento de la forma latina (planto- llanto, etc.). En general, Lapesa extrae varios ejemplos de casos contendientes constatando el hecho de que había muchas oscilaciones hacia la elección de ciertas formas, como por ejemplo la f- inicial frente a la [h] aspirada. Asimismo hace un breve repaso por algunos de los procesos constitutivos del consonantismo castellano observando tales aspectos significativos como es la alternancia de las grafías –t y –d finales (edat, voluntat frente a edad voluntad, etc.) y los casos cuando los grupos cultos de consonantes se alternaban con la reducción: (dubdaduda, etc.).

Examina Lapesa también la cuestión de la unidad lingüística y política bajo los Reyes Católicos poniendo de relieve la idea de que la literatura era reflejo de la unificación política y lingüística. Asimismo, destaca el especial papel de la primera Gramática castellana de Antonio Nebrija (1492) en la forja del idioma reconociendo su “valor científico y altura de miras” en el campo románico. Señala la curiosa coincidencia de las circunstancias históricas con la publicación de este libro poniendo de manifiesto la idea de Nebrija que «la lengua es compañera del imperio», aunque Nebrija había llegado a esa conclusión antes de saber sobre el descubrimiento de las tierras incógnitas.

Ya en el capítulo XI examina el período del español clásico que abarca los siglos XVI y XVII haciendo mayor énfasis en la expansión del español fuera de la Península durante la época de Carlos I (1516-1556) y Felipe II (1556-1598) cuya consecuencia es el triunfo de las letras hispánicas en Europa. Es decir, en ese período no sólo se completa la unificación de la lengua literaria sino también la lengua y literatura españolas se convierten en fuente de inspiración en el extranjero lo cual contribuye considerablemente a la aparición de muchos hispanismos en otras lenguas, en francés (brave, désinvolte, etc.) en italiano (grandioso, etc.). Al mismo tiempo destaca el hecho de que a través de España llegaron a Europa muchos americanismos (fr. hamac, ouragan, it. piroga, etc.). Otro caso muy curioso es el hecho de que el vocablo francés cédille proviene de la ortografía española. Conviene señalar también que el castellano abandona el consonantismo medieval y desaparecen parejas de fonemas que más no tienen un rendimiento funcional. Cada vez más se crece la estimación del español en esa época, y dicho fenómeno contribuye considerablemente a su conversión en idioma nacional. Por supuesto, la exaltación nacional procedía de la alta conciencia lingüística de los defensores del español y de su preocupación por los problemas del cuidado de la lengua y la enfatización de su excelencia.

En definitiva, deja muy claro que el lenguaje es un objeto de reflexión y se somete a una minuciosa selección en lo que se refiere al vocabulario y a las formas y giros gramaticales. También constata que el español del Siglo de Oro era una lengua en evolución muy activa. En realidad, en ese período se produjo una gran labor del forjamiento de la lengua clásica española lo cual condujo a la fijación de la lengua literaria. El desarrollo de la imprenta también tuvo su parte de contribución en esta regulación ya que favoreció a la multiplicación de las traducciones de los clásicos y a la difusión de la lengua fuera de España.

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Acerca del enigma de Avellaneda

Han transcurrido trescientos noventa y ocho años desde que, con el fingido nombre del licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, un adversario cervantino se anticipó al ingenioso escritor en publicar  una segunda parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha (1614). ¿Qué relación tenía con Cervantes? ¿Por qué le atacó al genio justo mediante la continuación de su obra de mayor éxito? ¿En realidad supo Cervantes quién había osado de suplantarlo ocultando su nombre? Son objetos de discusión nada fácil de resolver. Basta mencionar la amplia nómina de los candidatos que se adscriben a la fila del posible autor del apócrifo para darnos cuenta de la dificultad del asunto. El padre Murillo afirmaba que era eclesiástico, además dominico. Martín Fernández de Navarrete le identificaba con el dominico y aragonés fray Luis de Aliaga, protegido por el confesor de Felipe III, Alfred Gabriel Germond de Lavigne postulaba por el rector de Villahermosa, Bartolomé Leonardo de Argensola. Juan Agustín Céan Bermúdez sospechaba que fuese Blanco de Paz, compañero cautiverio de Cervantes y su acérrimo enemigo. Joaquín Espín postulaba por Quevedo ya que sólo Quevedo por su osadía, misoginia y tendencia al lenguaje crudo era capaz de semejante bufonada. Vindel afirmaba que es Alonso de Ledesma. Menéndez Pelayo le identificaba con el estudiante de la Universidad de Zaragoza. Alfonso Lamberto; García Soriano con Castillo de Solórzano; Adolfo de Castro con Juan Ruiz de Alarcón; Cotarelo y Mori con Guillén de Castro; Javier Blasco y Rosa Navarro Durán con Baltasar Navarrete; Martín Riquer con Jerónimo de Pasamonte. Se han mencionado como autores posibles también a Tirso de Molina, Mateo Alemán, Salas Barbadillo, Lope de Vega, etc. En tal estado de cosas, recientemente Alfredo Rodríguez López-Vázquez en la introducción de su edición a El Quijote Apócrifo de Alonso Fernández de Avellaneda (Madrid, Cátedra, 2011) propone centrar la atención en dos figuras hasta ahora no contempladas por la crítica: el reformador de los trinitarios, fray Juan Bautista Rico, «manchego elevado a los altares por Paulo VI con el nombre de San Juan Bautista de la Concepción» (p. 72), y José de Villaviciosa. La propuesta de Rodríguez López Vázquez se basa en los resultados de un examen lingüístico que le permite observar identidades de usos léxicos con el texto de Avellaneda.

Fuese quien fuese Avellaneda, es evidente que se trata de un “rival” cervantino nada despreciable y que su obra en ocasiones puede mostrar cierta fluidez narrativa parecida a algunos novelistas de la literatura del gusto picaresco, pero nunca alcanza la maestría y perspicaz sutileza del gigante Cervantes, se centra más en Sancho y su Sancho carece del carisma y profundidad de su homónimo y ejerce más bien un papel de tragón y bufón.

Resumen de la comunicación que pienso proponer para el II Congreso Internacional de Jóvenes Investigadores Siglo de Oro (JISO) que organiza GRISO de la UN en Pamplona, los días 2 y 3 de agosto en 2012.

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